Saturday, July 09, 2011

La Tragedia: Perspectiva de un fenómeno ambiguo




Tradicionalmente las situaciones que atañen directamente al desastre, el duelo o la tragedia  cargan con  el cliché de ser de carácter completamente negativo y maligno, se perciben como innecesarios, injustos y fatales. Sin embargo, lo que se omite la mayoría de las veces es que aquellas situaciones que en cierto modo nos destrozan son positivas siempre y cuando creen las condiciones necesarias para el cambio.  

Cuando una persona se enfrenta a una situación que le destroza, su conducta se afecta, adquiere hábitos que antes no tenía, parece “desinhibido” o por el contrario distraído, expresa opiniones que anteriormente nunca hubiera pronunciado, se podría decir que parece otra persona. Considero que las conductas que subyacen tienen profundas motivaciones cuyas raíces son el dolor, el sufrimiento o el miedo; estas motivaciones son procesos inconscientes que toman relevancia en este punto puesto que los motivos superfluos que permanecen en la consciencia no son de trascendencia, la realidad se encuentra reprimida por el individuo, básicamente, “se reprime para que no duela”. Este cambio aparente en la conducta cobra importancia si tenemos en cuenta lo costumbristas que somos en realidad, si somos conscientes sobre aquella especia de “neofobia neurótica” que nos hace comportarnos con una fuerte resistencia al cambio, resistencia que nos brinda tanta seguridad, como infelicidad.



En este punto me permitiré integrar un par de supuestos que me parecen sumamente interesantes para demostrar el punto al que quiero llegar finalmente, el de recordarles la ambigüedad de la fatalidad, la otra cara del sufrimiento, las infinitas oportunidades que puede brindarnos una situación dolorosa. Los autores fueron escogidos puesto que de una u otra forma sus teorías inician, se transportan y se dirigen hacia puntos similares.

El primer supuesto carece de comprobación empírica, y la idea central fue tomada de un personaje sin importancia real. Sin embargo, lo que se plantea en este es que cuando el “yo primitivo” se enfrenta al desastre y resulta seriamente lesionado, el mismo, es fragmentado y posteriormente sale en busca de lo que le hará sentir completo otra vez. La búsqueda de una vocación, un nuevo empleo, aprender un arte, cumplir un sueño, o incluso, el amor de otra persona, son situaciones que ejemplifican aquella exploración mencionada previamente y cuyo fin es alcanzar nuevamente la sensación de integridad. De este modo, las experiencias que nos fragmentan ocurren tarde o temprano en las personas, y tienen su mayor ganancia en que nos permiten retomar nuestro yo, que a pesar de estar ahora completamente fracturado, goza de algo que no tenía antes: la capacidad para ordenarse de la forma que le plazca, la capacidad para cambiar y convertirse en un nuevo ser.

Nuestro segundo supuesto parte de las teorías propuestas por el psicólogo austriaco Alfred Adler, quien menciona que los individuos pueden presentar en cierto punto de su vida complejos de inferioridad y superioridad, estos procesos son claramente inconscientes y explican en cierto modo como la gente resuelve situaciones traumáticas o estresantes. De esta manera, las personas que se perciben como inferiores buscan inconscientemente superar aquel complejo, es decir, sobrecompensan sus falencias. Visto desde este punto dicho complejo podría actuar como un poderoso motivador que podría resultar en exitosos logros. Por su parte el complejo de superioridad no es tan positivo, puesto que generalmente resulta en actitudes prepotentes y arrogantes frente a las demás personas; consiste a su vez, en resaltar de manera exagerada los aspectos en los que sobresale menospreciando los que se le dificultan. En resumen Adler es un candidato perfecto para recalcar que el sufrimiento y el dolor pueden impulsar a las personas, es decir, podrían establecer diversos finalismos que podrían augurar no solo cosas negativas, sino por el contrario cosas completamente positivas y benéficas.

Nuestro tercer y último supuesto está inspirado en los descubrimientos del doctor Carl Gustav Jung, quien propone que más que seres “fragmentados” nuestra psique está conformada por dos inconscientes: el inconsciente personal y el inconsciente colectivo. En este punto solo tendremos en cuenta el inconsciente colectivo puesto que me interesa tocar un aspecto clave que propone Jung, y es el de la figura arquetípica de la sombra. Cabe agregar además, que este inconsciente nos atraviesa históricamente y se pasa transpersonalmente. Ahora bien para hacer un poco de claridad sobre la teoría Jungiana definiré el concepto de arquetipo.

Un arquetipo es una representación simbólica de las diversas polaridades presentes en nuestro inconsciente personal, son tendencias innatas, que nos impulsan a percibir el mundo y las experiencias de determinada manera, los arquetipos mas dominantes son Anima, Animus, Sombra, Persona y Si mismo.  Teniendo en claro que es un arquetipo continuaré desarrollando la idea.

Para Jung la personalidad ideal es aquella que ha logrado establecer el equilibrio de todas aquellas figuras arquetípicas que provienen del inconsciente colectivo, que es común a cada uno de los seres humanos y que se sobreponen en muchas ocasiones, presentándose en nuestros sueños con distintas representaciones simbólica y que canalizan nuestra conducta conforme determinado arquetipo se torne más dominante que otro. Ahora bien,  el arquetipo de la sombra  se explica según el mismo Jung como: «La personificación de todo lo que el sujeto no reconoce y lo que, sin embargo, una y otra vez le fuerza, directa o indirectamente, así por ejemplo, rasgos de carácter de valor inferior y demás tendencias irreconciliables». En este sentido, la sombra es nuestra animalidad, el ser instintivo que muchas veces reprimimos y ocultamos pero que sin duda alguna sigue ahí, recordándonos continuamente su presencia. Nuestro arquetipo de la sombra puede ser la representación de todo lo que tememos, todo lo que no queremos ver,( algo asi como la pócima que inventó el famoso Dr Jekyll que acabaría convirtiéndolo en Mr Hide), por esto mismo y debido a la naturaleza oculta de este arquetipo este es uno de los que más resistencia ofrece a la hora de ser analizado.



Desde la concepción judeocristiana del mal, la sombra podría ser interpretada como las debilidades e incapacidades de las personas, es decir, la naturaleza supuestamente débil y carnal que definitivamente conlleva al pecado. Sin embargo esta apreciación es totalmente moralista y está sesgada a tal punto que se aleja de la realidad. Lo que Jung plantea es que el Self debe ser capaz de integrar todas las polaridades arquetípicas con el fin de explotar todo el potencial humano. La sombra además de poseer un carácter oscuro y quizás destructivo también representa instintos normales, reacciones adecuadas, percepciones fieles a la realidad, e incluso impulsos creadores.

Teniendo en cuenta lo anterior, considero que mas que ser un sinónimo de oscuridad y debilidad pecaminosa, la sombra se perfila como una entidad que al ser integrada podría potencializar el crecimiento psicológico y espiritual humano, puesto que nos permite conectarnos con nuestra animalidad y nos libra de infinidad de ataduras que nos impiden vivir nuestra vida plenamente.
Los supuestos mencionados con anterioridad gozan de un punto en común: son teorías teleológicas que consideran la existencia de un fin. Similar o diferente, cada quien establece sus propias opiniones sobre todo lo aquí mencionado, y sobre si definitivamente la tragedia podría representar una oportunidad única para cambiar, o si tan solo, es una condición que deberíamos sobrepasar endureciéndonos y curtiéndonos en nuestras propias corazas.

Me despido con una frase del doctor Jung:
"Llenar la mente consciente con concepciones ideales es una característica de la Teosofía occidental, pero no es la confrontación con la sombra y el mundo de la oscuridad. Uno no llega a la ´iluminación´ imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad”

Autor: Juan Vargas

1 comment:

Andrés said...

Excelente artículo, como bien menciona al final, cada cuál puede sacar sus propias conclusiones. Estoy bastante deacuerdo con esa "implementación" que menciona como positiva de la sombra, realmente es una liberación, y en cierto modo un complemento a nuestra personalidad que puede encontrarse maniatada por los cánones socio-culturales. Por otra parte (tal vez no comprendí bien este punto) me permito citar textualmente:"y sobre si definitivamente la tragedia podría representar una oportunidad única para cambiar, o si tan solo, es una condición que deberíamos sobrepasar endureciéndonos y curtiéndonos en nuestras propias corazas". ¿Es tan malo "curtir" la coraza? realmente opino que ambos aspectos van de la mano, el "curtirnos" es una forma de cambio, y siempre existe el cambio a través de la destrucción de nuestro anterior yo, aparte de esto, este verbo "curtir" (que puedo decir, me gustó) es necesario para enfretarnos con menos inocencia a un mundo que es manejado por máscaras, es cierto no debemor curtirnos (de nuevo la palabreja) tanto como para encerrarnos en una coraza, pero sí es necesario endurecerse. Ahora termino con una cuasi-reflexión después de cambiar (de forma positiva o negativa) y mirar atrás ¿realmente preferimos a nuestro yo actual?
PD: ¿De quién es la idea de la "fragmentación"?