Saturday, June 05, 2010

Apuntes sobre soledad y aislamiento social


La principal causa que impulsó la elaboración de este documento es la inserción de la duda sobre un concepto que pensaba estaba claramente definido y establecido en mi, básicamente, especulaba acerca de lo que podría ser la necesidad de un gregarismo netamente moral, dejando de lado las propiedades del tipo  innato que el hombre presenta en cuanto a ser social que supuestamente es.


Desde hace tiempo esta idea me viene dando vueltas en la cabeza, generalmente,  reflexiones fugaces que me sobrevienen  espontáneamente y en cualquier momento. Hasta hace unas pocas semanas creí que había llegado a una conclusión con respecto al tema anteriormente señalado: Concebir la soledad como un punto álgido al que solo pocos humanos son capaces de someterse por voluntad propia. En general esta conducta se nos presenta como aversiva y es juzgada comúnmente como nociva; en lo personal, estaba convencido de que las personas que optaban por tomar la soledad o el aislamiento social eran excepcionales, porque transformaban algo que parecía superficialmente perjudicial en algo constructivo, poniéndolos de cierto modo en un grado más alto hacia la deshumanización ideal. Con deshumanización me refiero al proceso que resulta del aislamiento de las conductas más instintivas del hombre (sexo, carnalidad, corporalidad excesiva, egoísmo puro, etc.) Suelo pensar en este término para complacencia de  aquellos que les gusta ser llamados “humanos” por el mero hecho de pertenecer a la especie “homo sapiens”, entonces, consumo una relación similar a la siguiente: Si ellos son humanos, entonces los “desertores” de las costumbres más arraigadas de las culturas, tradiciones, que normalmente se hacen ver como símbolo de la evolución del hombre no podrían considerarse como simples humanos, así que amablemente me atreveré a llamarlos seres  deshumanizados (Ahora se pueden hacer una idea clara sobre mi concepto de hombre, aunque ese no es el tema de este articulo); Debo admitir también que esta idea puede tornarse un poco narcisista  porque me considero integrante, en ocasiones, de ese selecto grupo de personas. 


Lo que he podido denotar ciertamente, es que, de una manera un poco empirista estoy comprobando que la soledad, o el mero hecho de estar aislado de ciertos núcleos sociales aumenta las probabilidades o la predisposición para tornarse y convertirse hacia un estado netamente aversivo, sobre todo si se es expuesto a este en las etapas de la niñez y la adolescencia; gracias a los múltiples ejemplos que he podido conocer gracias a diferentes medios, podría llegar a la atrevida conclusión de que en la mayoría de casos, las personas pertenecientes a las etapas previamente mencionadas (niñez y adolescencia) y en algunos casos hasta la juventud y que ostentan estados de aislamiento social la mayor parte del tiempo, no son felices, y presentan cuadros depresivos, baja autoestima e incluso tendencias suicidas. Con esto no quiero decir que siempre se presenten este tipo de conductas, porque de hecho para mí no es aceptable considerar palabras como SIEMPRE o NUNCA, dado de aquella excepción a la regla que casi siempre está presente.


En realidad, nos han vendido dos caras opuestas del mundo, las dos caras opuestas de la moneda, dos caras totalmente distintas de una misma cosa: “la soledad”. Mientras algunos recalcan sobre el carácter nocivo y perjudicial, otros más indecisos la presentan como el único camino aceptable que se puede tomar. En cuanto a esto le daría más crédito a los primeros porque por lo menos ellos están convencidos de lo que dicen, mientras que por otra parte, son contadas las excepciones de las personas que en realidad toman la soledad como un estilo de vida, por lo menos he sido testigo de los alardes enormes que realizan ciertos personajes con respecto a este tema, alardes que solo demuestran su estupidez, y la necesidad que sienten al parecer por mentir… En fin…


Sin lugar a dudas, es triste darse cuenta de que los pensamientos y las convicciones que uno se ha propuesto a mantener pueden estar tan equivocadas o quizás tan desviadas de una realidad objetiva, a veces esto genera un sentimiento de autocompasión, de lastima hacia uno mismo, y es entonces donde se sobreponen pensamientos que a la mayoría parecerán fatalistas pero que al ser analizados desde un punto de vista menos subjetivo y no tan moral no suenan tan incoherentes, ideas sobre discusiones sobre la esencia que se puede o no tener, sobre la carencia de identidad propia, sobre lo desalentador que puede ser el darse cuenta que solo somos un reflejo fatalista de nuestros padres, de nuestra familia, de nuestra época, y se llega incluso a la conclusión que como ser humano no se ha sido capaz de aportar nada nuevo a un mundo en el que al parecer todo ya está hecho. Se toma consciencia además, sobre la posibilidad de que el sistema de creencias propio esté construido sobre bases de papel…


A modo de complemento y como algo  interesante que quisiera retomar en este punto de la discusión, es un caso puntual que puede tener relación con el tema central de este artículo, en cuanto a lo pernicioso que puede ser el abandono y la soledad. Este aparte proviene de una experiencia personal que generó un interrogante que surgió gracias al contacto cercano que tuve con una dama a la que reconozco querer en exceso y que al parecer está impedida para autoreconocerse como hermosa, como seguramente es, como sin duda he percibido a lo largo del tiempo, un ser bello, trágico y a mi modo de ver, fatal en el buen sentido de la palabra. Habiendo aclarado esto… ¿Cómo es posible que un ser  excesivamente bello se pueda percibir e interpretar de un modo tan erróneo frente al espejo? 


Hoy en día considero que el problema no radica en cual bella se concibe una persona, porque, finalmente la belleza es algo efímero,  pasajero,  momentáneo y subjetivo, en este punto es necesario diferenciar la belleza que yo denominaría “esencial” o integral que puede tener cualquier ser, de la belleza netamente física y visual, puesto que las dos, son cosas totalmente distintas, aunque en determinado punto, pueden llegar a perfilarse como complementos perfectos, como sea, el verdadero meollo del asunto está en el vacio emocional y espiritual que acompaña muchas veces el abandono que desencadena la soledad. Tal vacio deroga cualquier concepción de belleza hacia un punto en el cual ésta, por más evidente que sea no tiene importancia alguna. 


Lo realmente curioso de todo esto es que justamente mientras esta cantidad de información taladraba indefinidamente en mi nebulosa mente, me encuentro con un texto en el cual se presenta a el hombre por naturaleza social, y aunque esta idea aun no me cala por completo, en el texto acerca de la teoría del conocimiento de Sergio Rábade y en el cual se aborda el tema del conocimiento desde la dimensión social del hombre están presente una serie de ideas que me causaron particular interés gracias a que poseen una lógica innegable. Por ejemplo, en el capitulo ocho se menciona que, como tal hombre social, nuestro comportamiento cognoscitivo es, al menos también un comportamiento socialmente adquirido, y se hace referencia a una fuerte deuda que el hombre tiene con la sociedad, deuda que parte desde el mismo hecho de inculcarle el lenguaje, algo fundamental para el desarrollo de la cognición humana, se presenta a la sociedad como el ente integrador de todos sus miembros hacia un universo simbólico, ofreciendo así un patrimonio de conocimiento que le es necesario y está a disposición de cada uno, de este modo, consciente o inconscientemente cada uno se va apropiando de este patrimonio, quedando en manifiesta dependencia de él la adquisición o no de los conocimientos, situación que solo se presenta en el desarrollo de un estado crítico y reflexivo.


Sin embargo, considero que estamos ante una sociedad opresiva que no otorga libertades individuales ni mucho menos recompensa a la diferencia. Incluso, para ser considerado “normal” es necesario seguir una rutina compleja de cánones previamente establecidos por moralidades de doble cara, o quizás por una cultura que al parecer es el resultado de un proceso exitoso de evolución. 

Como conclusión general, podemos establecer la clara necesidad que presenta el ser humano en sus años iníciales de vida por construir sus primeros pinos de conocimiento, que van a estar representados en su personalidad, actitudes y valores. Al parecer la sociedad puede cubrir esta necesidad satisfactoriamente. Pero, algo en lo que  me gustaría hacer énfasis y  como objeto que considero muy importante para tener en cuenta aun más que desvariar infinitamente sin la posibilidad de llegar  a un desenlace cultural y textual que satisfaga las necesidades de todos los que puedan tornarse lectores de este o cualquier texto, creo que es necesario inculcarle al niño, la posibilidad de discernir y elegir entre tomar o no consciencia de sí mismo y de experimentar o no la comodidad que se puede gozar en el regazo de la ignorancia o la dolorosa incomodes a la que  podría estar expuesto si se afianzara como un sobrio pensador critico y sensato ,y  que, diariamente, podría incluso, estar más próximo a completar finalmente  un estado macabro de desesperación o incluso  “locura”.  





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